sábado, 28 de junio de 2025

Yo Estaba Ahí

Sonámbulo,

con el corazón roto,

sosteniendo lo insostenible,

deambulando por la vida

esperando que algo cambie...

y entonces llegué.


Te noté.

Te entendí.

Me quedé.


Y nos sentamos juntos

en el borde del abismo,

compartiendo nuestras ruinas,

las grietas antiguas,

las memorias que quedan,

nos reímos de la vida

como si no dolieran.


Conectamos nuestro lenguaje

a pesar de la diferencia de frecuencia.

Encontramos un punto medio

a través de la metáfora,

y de la música correcta.


Fui quitando, una a una,

las pieles de tu ser,

y me encontré con heridas

que nacen de no querer ver.


Aullaban en silencio,

bajo calma y pesar,

me atreví a besarlas,

a intentarlas sanar.


Y estuve ahí presente,

más cerca que ayer,

en el rincón oculto

donde el alma suele ser.

Adorando las profundidades

de tu mundo no escuchado.


Las canciones me hablaban

con la voz que es tu mar,

y tu aroma me arrastraba

como viento en el hogar,

me envolvía, me llamaba,

me hizo en ti naufragar.


Y no tomé nota,

no grabé.

Estaba ocupada siendo:

agua sobre tu piel,

cielo en tu lengua,

vértigo en tus manos.


Fui poema

sin palabra,

grito sin sonido,

estallido sordo

de sentirte.


Ahora entiendo:

tus canciones eran oraciones rotas,

murmullos de tu alma

que aún no sabías descifrar.


Leí entre los silencios,

toqué la herida

sin decir su nombre.

Sentí lo que no dijiste.

Escuché lo que no mostrabas.


Yo estaba ahí.

No mirando: sintiendo.

No preguntando: abrazando.

No huyendo: quedándome.


Donde nadie miró,

yo escuché.

Donde nadie tocó,

yo sostuve.


Y al final,

cuando tu tormenta se calmó,

me quedé hecha abrazo,

invisible, indeleble,

pero ahí.

domingo, 22 de junio de 2025

Cuando duele Afuera, Calla Adentro

Hay ausencias que no caben en palabras.

Por eso el cuerpo.

Por eso las marcas.


Una mordida:

no como castigo,

sino como prueba

de que fui habitada.

Un cuello adolorido:

no como señal,

sino como dolor que se deja ver

cuando por dentro no cabe más.


No hay poema que salve

a quien se entrega

sabiendo que será devuelta

a la incertidumbre.


Pero hay cuerpos que aprenden

a bailar con lo irreal:

si no me amas del todo,

ámame con la intensidad

de lo que queda cuando estás.


Mi piel no exige futuro,

mi corazón, en su oscuro,

busca un lugar seguro

donde no tiemble, donde esté puro.


Y tu presencia es brutal:

a veces torpe, a veces callada,

tierna como bestia domesticada.

Tu ternura violenta

transforma el dolor

en fuerza renovada.


Me tomas

y en ese acto el mundo

queda en pausa.

No hay historia,

no hay promesa,

solo cuerpos haciendo del instante

su única verdad.


Luego te vas.

Y no te llevas nada,

salvo todo.


Entonces abrazo las sábanas

como si pudieran devolverme la respiración.

Tienen tu olor.

Y con mis dedos

redibujo en el aire

la forma en que tu sombra

se hundió en mí.


Estoy viva.

Lo sé porque arde,

porque el cuerpo late y responde,

lo sé porque el dolor es real y no esconde,

como si el alma al fin hallara su horizonte.


He encontrado un lugar

donde el dolor de afuera

silencia al que grita adentro.


Y en ese silencio,

el cuerpo adolorido se vuelve refugio

del torbellino y duelo,

un remanso en el desconsuelo…


Porque cuando duele afuera, calla adentro.







domingo, 8 de junio de 2025

Espejismo de lo eterno

 (Poema para quien fue mi casa, mi equipo… y mi silencio)


Creí que éramos dos en un viaje,

que el amor era equipo, coraje.

Cinco años de abrazos y “te amo”,

¿por qué te volviste un silencio actuado?


Las palabras que nunca dijiste

fueron piedras que el alma partiste.

Yo buscaba verdades, señales,

y tú respondías con gestos banales.


¿Eres feliz?”, preguntaba temblando.

“Claro que sí”, decías, sonriendo.

¿Entonces por qué sentía vacío,

si cada noche dormía contigo?


Te pedía fuego, y me ofrecías invierno,
entregué sin miedo, recibí silencio.
Di todo mi cuerpo, sin espacio ni tiempo,
y en tu ausencia aprendí a perder el aliento.


Recuerdo el dolor de sentirme invisible,

la amante negada, la flor imposible.

Fui voz sin eco, fui fuego en el hielo,

migaja de amor vestida de cielo.


Te amé sin medida, sin pausa, sin calma,

mientras tú me veías perder la esperanza.

Lloré sin que vieras mis ojos nublados,

lloré mientras tú dormías a mi lado.


Tantas preguntas me gritan por dentro:

¿cuánto tiempo pensaste en silencio?

¿Fue verdad ese “para siempre”?

¿O promesas con tinta indecente?


“No quiero ser tu cuidador”, dijiste,

cuando nunca lo pedí… y aun así huiste.

Inventaste un peso que yo no ponía,

y huiste de mí como quien se rompía.


Y sin embargo…

te agradezco, amor de espejismo.

Aprendiste mi idioma, cruzaste abismos.

Cocinaste cocolón, pisaste mi suelo,

Te animaste al viaje, aunque fuera incierto.


Los museos, el teatro, las cartas,

las risas de noche, la cama compartida,

la señora cangrejo, mis bromas raras,

la mezcla imposible de dos almas encontradas.


Fuiste mi hogar, fuiste abrigo,

y por años creí que eras mi destino.

Pero ahora lo veo, lo entiendo sin rabia:

yo era una flor y tú no regabas agua.


Me marchité esperando en tus manos,

y tú, agotado y frustrado, me diste de lado.

No supiste regarme, ni avisarme al partir,

Sin aviso ni ruido, me dejaste ir.


No te odio, pero sí me duele

saber que me amaste sin verme.

Que seguiste en la historia, sin alma, sin fuego,

repitiendo palabras con sabor a miedo.


Te amé con el pánico de perderte,

con la angustia de verte caer sin tenerte.

Te cuidé a mi modo, con todo mi ser,

y tú con el tuyo… sin querer entender.


Fuiste espejismo de lo eterno,

hermoso reflejo, sin fondo verdadero.

Y aunque sangro al dejarte partir,

agradezco el amor,

aun si fue…

un fingir












sábado, 7 de junio de 2025

I Don’t Want a Cure

 

You ask what tickles me,

not knowing you’re the tickle,

the tremor running wild beneath my skin.


Your voice,

a wildfire humming low and sweet.

Your questions,

not to find answers,

but to pry open cracks,

to slip like smoke in my asthmatic lungs.


You are my fevered rhythm,

my delirium with eyes like stormlit skies,

my cocaine brewed slow in coca tea.


I stroke your monsters like dark cats,

let them curl and purr upon my chest,

their truths vibrating in the silence

where no one else dares listen.

Your shadows don’t scare me,

they hold my reflection,

shards of the same wild glass.

I don’t see red flags,

I see mirrors cracked with honesty.


May I never grow numb to you,

that my heart still trembles

when your name dances in my mouth,

that nervous laughter still bursts free

when I think you aloud.

I cannot sink my teeth in your skin,

but I bite your soul,

deep and unrelenting

each time you let me dive beneath

your hidden tides,

where storms sing songs

only we can hear and savor.


Here, where no one else breathes,

rules dissolve like salt in the ocean’s breath,

judgment fractures into prisms of silence,

only skin, raw soul, and wild transparency.


I am the open sky,

the restless wind unbinding your gravity,

the freedom you’ve been chasing blind,

the echo of your own vanished chains.


Thank you for being here.

For daring to feel.

For shedding masks

in this timeless, witnessless corner.

Your vulnerability

a crown of fragile fire

I wear with honor.


I fall in love

with how we light up

places that used to be shadow.

How we laugh on the edge of the abyss,

swinging on the breath of the void.

Your silence understands me.

Your laughter disarms me.

Your unfiltered self seduces me.


I don’t want medicine.

I don’t want a cure.

I want your midnight messages,

hugs that shatter my fears,

eyes that steal logic from my bones.


And if one day I die from loving you too much,

let it be in your arms,

with your name carved into my breast,

a heart unraveled like wild silk,

a soul freed from every cage,

rising louder than storms that dare to claim,

vanishing only in the blaze of rebellion.


This is no illness to mend or flee,

it’s the wildfire I feed, the fire I choose,

the beautiful curse that holds me

and the only cure I’ll ever refuse.