Todo empieza un sábado por la noche donde conversábamos cuatro jóvenes (dos amigos del chico con el que salía, él y yo), estábamos ubicados afuera de una
tienda, para ser más exactos estábamos sentados en la vereda bebiendo un par de
cervezas planeando que haríamos más tarde. Nada se nos ocurría, hasta que uno
de ellos recibió una llamada para dirigirnos a una fiesta organizada por jóvenes
de un instituto, nos pareció buena idea ir ya que la noche estaba bastante
aburrida. Caminamos más de 10 cuadras (perdí la cuenta estaba muy cansada y
de paso sufro de asma), uno de los amigos sugirió ir por un atajo el cual llamó “Narnia”,
yo no tenía idea de tal famoso lugar, solo seguí caminando pues quería llegar
rápido y descansar; ya faltando poco todos empezaron a agarrar algún objeto que
los defendiera, uno cogió dos piedras, otro un palo, y mi chico agarró un
cable. Fue ahí cuando empecé a tener noción de que “Narnia” no era un lugar
seguro. Yo en vez de buscar algo con que golpear empecé a esconder ciertas
cosas de valor, tuve que esconder 30 dólares, la tarjeta del banco y las llaves
de mi casa, ya cuando cerraba la cartera, habíamos llegado a “Narnia”, se
trataba de un camino en el bosque que me parecía muy extraño que esté en medio
de la ciudad (Urdesa norte, avenida cuarta y las lomas). Ellos caminaron dentro
de aquel camino sin luz, veía como poco a poco desaparecían en la oscuridad, yo
me detuve por un minuto observando determinadamente el lugar, pude ver que
había un letrero caído y oxidado donde decía “Área protegida”, al levantar la
mirada vi al chico que me gustaba diciéndome que me apurara, caminé lentamente
hasta donde llegaba la luz, al observar hacia atrás supe que lo que hacía no era
buena idea, muchas veces había hecho cosas arriesgadas sin pensarlo tanto, pero
esta vez tenía el mal presentimiento de que algo sucedería.
Los tres chicos me decían que no tuviera miedo, que nada malo podría suceder, que ya habían pasado antes, y bla bla bla. Entonces decidí ir, pero sin dejar de mirar atrás. Mientras caminábamos se escuchaban los sonidos de la naturaleza (grillos, sapos, el viento moviendo ramas de árboles, etc), uno de los chicos mencionó que debía disfrutar ese tipo de sonidos ya que en la ciudad no los hay. Seguía algo asustada, pues estaba muy oscuro y aunque parecía un lugar totalmente aislado, podría jurar que no estábamos solos. Yo aun así iba sola atrás y no porque lo quisiera, a cada segundo volteaba a vigilar, ellos iban riendo y contando las veces que habían cruzado ese bosque, uno de los amigos menciona que la hermana del chico con el que salía había dicho que le gustaría cruzar ese camino, y el reaccionó oponiéndose totalmente, yo me le acerque y le pregunte: ¿Por qué yo si tengo que cruzar por aquí? Porque tú eres diferente me respondió. Eso me dolió, mire hacia atrás con la intención de regresar, pero supuse que el camino de llegada era más corto, así que simplemente camine hacia delante; uno de ellos comentó que a un amigo de él, exactamente por donde estábamos caminando lo habían asaltado. En ese mismo instante volví a mirar hacia atrás, pero esta vez no todo estaba en orden, había un rastrillo de 4 púas clavado en medio camino del sendero no me pareció tan aterrador, pero sabía que debía advertirlo, ellos seguían caminando como si nada hasta que les dije de manera pausada: Oigan chicos, eso no estaba ahí cuando pasamos. Ellos se rieron de mí y me dijeron que dejara la paranoia, yo empecé a caminar más rápido, pues ir muy atrás ya no me parecía tan buena idea. Seguimos caminando y mi chico toma mi mano, diciéndome: tranquila, yo jamás te traería a un lugar peligroso. Quería creerle y sentirme mejor, pero al haber oído antes que a la hermana no le permitiría cruzar el sendero, sabía que yo no estaba siendo del todo protegida como decía.
Se me hacía eterno llegar a la salida del sendero, a pesar que no había pasado más de un par de minutos, en eso escuchamos algo que se movía tras los arbustos, uno de ellos tenía una mini linterna en el llavero y alumbro para ver de qué se trataba, pues se trataba de un vagabundo que se encontraba muy drogado, al darse cuenta que lo observábamos, nos miró muy enojado y nos preguntó: ¿Qué hacen en la paradoja de la loma? Los chicos se rieron del pobre hombre, y él se nos acercó lentamente diciendo: Si fuera ustedes no caminara por la paradoja de la loma a estas horas, y mucho menos con esta joven señorita tan bonita. Sinceramente me aterraba aquel hombre, pero de algo si tenía razón, que hacíamos cruzando tan peligroso lugar, ¿jugando con el peligro quizás?, el muy drogado tipo nos pidió que no dijéramos nada sobre él, que ignoráramos su presencia y se acercó a un árbol a seguir consumiendo quien sabe qué clase de droga.
Los tres chicos me decían que no tuviera miedo, que nada malo podría suceder, que ya habían pasado antes, y bla bla bla. Entonces decidí ir, pero sin dejar de mirar atrás. Mientras caminábamos se escuchaban los sonidos de la naturaleza (grillos, sapos, el viento moviendo ramas de árboles, etc), uno de los chicos mencionó que debía disfrutar ese tipo de sonidos ya que en la ciudad no los hay. Seguía algo asustada, pues estaba muy oscuro y aunque parecía un lugar totalmente aislado, podría jurar que no estábamos solos. Yo aun así iba sola atrás y no porque lo quisiera, a cada segundo volteaba a vigilar, ellos iban riendo y contando las veces que habían cruzado ese bosque, uno de los amigos menciona que la hermana del chico con el que salía había dicho que le gustaría cruzar ese camino, y el reaccionó oponiéndose totalmente, yo me le acerque y le pregunte: ¿Por qué yo si tengo que cruzar por aquí? Porque tú eres diferente me respondió. Eso me dolió, mire hacia atrás con la intención de regresar, pero supuse que el camino de llegada era más corto, así que simplemente camine hacia delante; uno de ellos comentó que a un amigo de él, exactamente por donde estábamos caminando lo habían asaltado. En ese mismo instante volví a mirar hacia atrás, pero esta vez no todo estaba en orden, había un rastrillo de 4 púas clavado en medio camino del sendero no me pareció tan aterrador, pero sabía que debía advertirlo, ellos seguían caminando como si nada hasta que les dije de manera pausada: Oigan chicos, eso no estaba ahí cuando pasamos. Ellos se rieron de mí y me dijeron que dejara la paranoia, yo empecé a caminar más rápido, pues ir muy atrás ya no me parecía tan buena idea. Seguimos caminando y mi chico toma mi mano, diciéndome: tranquila, yo jamás te traería a un lugar peligroso. Quería creerle y sentirme mejor, pero al haber oído antes que a la hermana no le permitiría cruzar el sendero, sabía que yo no estaba siendo del todo protegida como decía.
Se me hacía eterno llegar a la salida del sendero, a pesar que no había pasado más de un par de minutos, en eso escuchamos algo que se movía tras los arbustos, uno de ellos tenía una mini linterna en el llavero y alumbro para ver de qué se trataba, pues se trataba de un vagabundo que se encontraba muy drogado, al darse cuenta que lo observábamos, nos miró muy enojado y nos preguntó: ¿Qué hacen en la paradoja de la loma? Los chicos se rieron del pobre hombre, y él se nos acercó lentamente diciendo: Si fuera ustedes no caminara por la paradoja de la loma a estas horas, y mucho menos con esta joven señorita tan bonita. Sinceramente me aterraba aquel hombre, pero de algo si tenía razón, que hacíamos cruzando tan peligroso lugar, ¿jugando con el peligro quizás?, el muy drogado tipo nos pidió que no dijéramos nada sobre él, que ignoráramos su presencia y se acercó a un árbol a seguir consumiendo quien sabe qué clase de droga.
Los chicos siguieron caminando, pero esta vez íbamos en silencio
absoluto, uno de ellos avisó que iría a orinar y que lo esperáramos. Mientras
ocurría la espera los chicos soltaban los objetos que habían seleccionado antes de entrar, en eso escuchamos gritos del chico que faltaba, los otros
corrieron a buscarlo. Yo preferí ir por ayuda, empecé a correr por el
sendero a toda velocidad, ya cuando sentía mi corazón a mil y que no podía más
vi las luces de un carro que se aproximaba, decidí esperar a que se acercara más, pero detuvieron la camioneta y decidieron bajarse, se trataba de unos
policías, me pareció una total coincidencia encontrarlos, así que fui corriendo
hacia ellos a comentarles que algo había atacado en el bosque a uno de nosotros, ellos
con cara de enojados me hicieron subir a la camioneta, conversaban de algo que
seguramente no querían que escuchara, quería ver la hora en mi celular pero me
di cuenta que ya estaba con la batería totalmente descargada, al subirse los 3 policías
a la camioneta, empezaron a preguntarme que como así cruzábamos tan solitario
lugar, mientras yo trataba de apurarlos hacia el lugar de lo ocurrido, el
policía de atrás empezó a preguntarme si no cargaba drogas, yo le explicaba por
qué caminábamos por ese lugar, pero ellos no me creían, empecé a preocuparme,
pues creía que posiblemente creyeran que andaba en algo ilegal y me llevarían detenida,
el policía que me acompañaba en el asiento de atrás tenía un arete en la oreja
derecha, un bigote muy extraño, y un diente de oro, me miró e hizo un pequeño
gesto de sonrisa, y fue ahí cuando empezó a bajarse la bragueta del pantalón,
yo empecé lentamente a acercarme hacia la puerta e intenté abrirla, pero no
funcionó, el policía empezó a correr su mano hacia mis piernas y dijo: No
deberías andar por este lugar, aquí hay drogadictos, delincuentes y policías, que
lo usan para hacer de las suyas. Le di un puñete en las pelotas, y mientras se
quejaba del dolor, el resto de policías se reían, abrí la ventana lo más rápido
posible y cuando estaba a punto de lanzarme, el policía de atrás me agarra
diciendo: ¿a dónde crees que vas pequeña puta? ¡No soy ninguna puta! le grité y
lo pateé en la cara, así logrando salir por la ventana, la camioneta se detuvo, yo
preferí salir corriendo al bosque, solo así lograría perder su rastro, el
copiloto del carro bajo con una revolver y una linterna a buscarme, yo corría
hacia la dirección de la montaña, escuchaba disparos en el camino, pero poco a
poco disminuía el ruido del motor de la camioneta, cuando todo llegó a total
silencio, así que decidí esconderme y descansar. Desde donde estaba podía ver las luces
de los edificios de la ciudad, estaba tan cerca pero tan lejos, estaba sola y
con mucho miedo de lo que podría pasar en esa noche, hacía mucho frio así que
acudí por acostarme atrás de unos arbustos, me dio por cerrar los ojos y no sé
en qué momento me quedé dormida. Hasta que sentí que me sacudía alguien,
desperté y se trataba del chico que me gustaba, estaba sudando, y con la ropa ensangrentada,
yo le pregunté por los demás, y él me respondió: ¡no hay tiempo, tenemos que
bajar de aquí! Me levantó y empezamos a bajar la montaña, me dolía mucho el
brazo izquierdo y no entendía el porqué, sentía mi cuerpo algo dormido así
que no podía correr a tanta velocidad, lo que si veía bueno era que el cielo ya
empezaba a aclarase.
Llegamos al camino, donde él empezó a gritar pidiendo
ayuda a una camioneta de policías que se encontraba estacionada a un lado del
camino, yo le dije que no corriera hacia allá pero fue imposible detenerlo. El
carro se encontraba vació, y a pesar de que estaba con las puertas abiertas estábamos
seguros de que no encontraríamos a nadie cerca, yo quería saber que rayos había
ocurrido, pero el miedo nos mantenía en silencio a ambos, caminando hacia la
salida del sendero que apenas ya se lograba ver, el sol salió y los pájaros
empezaron a cantar. Era una sinfonía de esperanza, de que aquella noche tan
horrible ya había terminado, hasta que una vez más escuché el sonido de un balazo, esta
vez fue acompañado por el grito de mi acompañante, cayó instantáneamente al
suelo, empecé a entrar en desesperación nunca antes había visto algo similar y
jamás querría volver a ver como lentamente moría alguien ante mis ojos, apenas
pude oír que susurraba la palabra: ¡Huye! Miré la salida del sendero, y empecé
a correr, las lágrimas rodaban por mi rostro, solo quería que esa pesadilla
terminará, cada vez la salida estaba más cerca, y el sol alumbraba mucho más,
hasta que llegué a la salida del sendero, justamente había una pequeña estación de policías (UPC), me parecía
muy arriesgado entrar ahí después de todo lo sucedido, pero como tenía la ropa salpicada de sangre las personas me huían, y no pasaba ningún taxi por el sector. No podía caminar muy
lejos, así que decidí entrar allí. En la oficina de espera donde me brindaron galletas y yogurt, algunos policías escuchaban mi anécdota de la noche, mientras esperábamos
que llegara el Superintendente que se encargaría de tomar justicia en el asunto, es
ahí cuando escuché los pasos de zapatos con tierra acercándose a la oficina, todos
los policías hicieron su respectiva formación al entrar aquel importante
sujeto, cuando se voltea a mirarme me di cuenta que era él, con su cara golpeada, se había rasurado el extraño bigote, haciendo el mismo pequeño
gesto de sonrisa mostrando ese asqueroso diente de oro.
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