domingo, 15 de diciembre de 2013

El camino correcto al éxito


Llevaba una vida algo diferente a la que había tenido hace un par de años atrás, empezaba a tener otro enfoque en mi vida, uno más "maduro" como dice la gente, los años pasaban y sabía que tenía que ponerme "seria", cambie los lugares donde frecuentaba, los amigos, entre otras cosas más. Mi nueva vida iba bastante bien, mis padres se veían más felices y lo más importante yo sentía que mi cambió era para bien. 


Alguien que ayudo mucho en el transcurso de mi cambio fue Renzo, un hombre muy exitoso con el mismo enfoque de vida. Aprendíamos uno del otro, nos encantaba ir a reuniones a conocer gente importante con grandes ideas y logros, era lo cotidiano de los fines de semana. Un domingo que llegábamos a la capital, nos recibieron unos viejos amigos de Renzo que nos invitaron a su casa a cenar.


Aquella casa era enorme y campestre, Renzo no dudó en ofrecerme dar una vuelta por la casa, fuimos al establo a ver los caballos, en el fondo había un potro marrón que me trajo recuerdos de la infancia, en eso escucho la voz de un niño que gritaba: ¡Ese es mi favorito! Es ahí donde conocí a Emilio, un niño de 7 años recién cumplidos, no paró de contarme todas las historias que había vivido en aquella casa, después de haber conversado casi toda la tarde con el sentada en los columpios, decidimos entrar a casa por los mosquitos.


En la sala mientras Renzo conversaba con la madre de Emilio sobre sus amigos en común, yo seguía escuchando a Emilio que tenía tanto que contar pero era notorio que no tenía con quien conversarlo, sus cuatro hermanos mayores ya no vivían con ellos y a pesar de tener a sus padres para él solo, ellos lucían algo agotados del labor de ser padres. Renzo intenta establecer una conversación con Emilio preguntándole en voz alta que quería ser de grande. Emilio se le acercó y con los ojos brillantes de felicidad le contestó: Yo quiero ser Rockero cuando sea grande. Los padres de Emilio hicieron gestos de no agradarles la idea, Renzo se quedó sorprendido, y en cuanto a mí, me saco una gran sonrisa de ternura. Mientras la madre empezaba a comentar que ya se le pasaría esa idea de la cabeza, que definitivamente no permitiría que ninguno de sus hijos terminara en eso, bla bla bla, era obvio que Emilio era un niño y con el paso del tiempo puede cambiar de opinión pero estaba totalmente segura de que en ese momento eso era lo que realmente deseaba más que nada en el mundo, me hizo tener en cuenta que es la felicidad lo que te hace exitoso y  no el dinero, ni la forma de vestir, ni frecuentar gente de la alta sociedad, nada de eso realmente es el éxito, fue en ese momento que empecé a reflexionar sobre mi vida.


Renzo manejaba hacia el hotel, yo iba observando las gotas de lluvia deslizarse por la ventana, entendiendo como me había dejado influenciar por la sociedad, en lo que me había convertido con los años, al mirarme en el retrovisor pude ver a alguien que realmente no era, confundida por tratar de alcanzar el éxito y ser feliz.



Al bajarme del carro, le di mis maletas al botones del hotel y cogí un taxi que me dirigiría a mi verdadero destino, estaba muy agradecida de haber conocido a Emilio, porque son los niños los que ven el mundo real, y somos los mayores los que solemos destruirlo. Llegué a uno de los bares más frecuentados por los metaleros de la ciudad, y fue en ese momento en el que entre al concierto, me solté el cabello y empecé hacer headbanging, en ese mismo instante volví a ser exitosa.



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