Vivía en
otra ciudad a más de 400 km de distancia de él,
Nuestra conexión
y ganas de estar juntos eran más fuertes que nada en el mundo,
Fue por
mensaje de texto cuando él me dijo: ¡Vente a vivir conmigo!,
Yo no podía
creerlo, quería pero al mismo tiempo temía,
Era algo
que nunca había vivido y tenía ese mal presentimiento de que algo saldría mal,
Igual se lo
hice saber, le hablé de mis miedos y mis ganas de estar cerca de él,
Le comenté
que ‘el que no arriesga no gana’, y así fue…
Empaque mis
cajones en un par de maletas grandes,
Me fui en
el avión de las 15, el cual casi llego tarde,
No sabía si
las maletas eran muy pesadas o mis nervios a vivir me debilitaban,
Fue así
como llegué a la gran ciudad donde viviría con él;
Me fue a
recoger al aeropuerto, tan contento como cada vez que me iba a ver,
Sin
importarnos las maletas, nos abrazábamos un largo rato,
Nos besábamos,
nos acariciábamos,
¡Al fin juntos
otra vez!
Llegamos a
casa, nuestra casa;
Lo primero
que hice fue acostarme en mi nueva cama, nuestra cama
Al poco
rato nos ronroneaba su mascota, nuestra mascota
Y con un
sutil beso acompañado de una tierna sonrisa me dijo: ¡Bienvenida!
A la mañana
siguiente, me despertaron con caricias y besos,
Era muy
temprano para mí, pero con los ojos cerrados podía distinguir
Como la
gata y él, me intentaban consentir…
La ducha
sonaba, y una canción de fondo siempre la acompañaba
Al abrir
los ojos, yo observaba
Como él se
rasuraba, se perfumaba, se peinaba,
Se arreglaba
para su larga jornada,
Cuando el
notaba que estaba despierta, corría hacia a mí a decirme: ¡Buenos días, bella!
Disfrutaba
cada detalle: el poder sentirlo, olerlo, escucharlo, admirarlo, antes de irse
al trabajo.
Así fue
cada mañana, unas junto a él, y otras observándolo desde la cama,
Al
cepillarnos los dientes o mientras yo me maquillaba y él se rasuraba,
Siempre existía
el pequeño momento de admirarnos juntos,
De ver
nuestros reflejos en el espejo, y quedarnos quietos
Para observar
lo bien que se nos veía juntos.
Llegó el
día en el que me tocaba desempacar mis maletas,
De distribuir
el espacio en partes iguales;
Al abrir el
tercer cajón me llevé una gran sorpresa,
Había ropa
interior de mujer,
Mi corazón
empezó a latir a mil,
No sabía
cómo reaccionar a algo así…
Pero para mi
buena suerte.
Tenía etiqueta,
Tenía etiqueta,
Se
trataba de un regalo para mí;
Esa anécdota
fue graciosa,
Luego
fueron llegando otras,
Que no hacían reír,
De cierta manera me hacían infeliz.
De cierta manera me hacían infeliz.
Cada vez
habían menos: ¡Te Quiero!,
Menos
sonrisas, menos sexo;
Trabajábamos
juntos en grandes proyectos,
Era su
secretaria, su productora, su ejecutiva, su mano derecha,
Su amiga,
su confidente, su compañera,
Era su TODO
y él era el mío, porque sencillamente así lo habíamos decidido.
Una noche
en particular, la cual él se quedó dormido de tanto trabajar,
Cometí el
error de revisar unos mensajes de un chat abierto que dejó en mi laptop,
Unos
mensajes que me destruyeron por completo,
Me encerré
en el baño a llorar, no lo quería despertar,
Me hice la
promesa de fingir no haber visto nada y esperar que él mismo se disculpara…
Pasaron los
días, y era obvio que mi actitud cambiaba,
Le hablaba
de personas y situaciones que talvez le despertarían las ganas de hablar del
tema,
Pero en vez
de confesar, lo negaba todo,
Llegó a
reclamar que quien era ese alguien que me envenenaba, diciéndome cosas que
irreales
Cuando yo
muy bien sabía la realidad, la triste realidad.
Me llevó a
cenar, a un restaurant muy caro y fino
Había una
vista hermosa, la mejor de todas,
A la luz de
las velas junto a un buen vino,
Era tan
perfecto todo que parecía que se acercaba el matricidio,
Me tomó de
la mano y me dijo lo feliz que era conmigo,
Y al acabar
la cena, de manera muy seria terminó diciendo:
¡De aquí no
nos vamos, hasta que me digas quien está arruinando lo nuestro!
¡Por favor
no me hagas esto ahora! – Dije yo
Y antes de
crearse un espectáculo, cogí mis cosas y caminé hacia el carro,
Él me
siguió buscando respuestas, respuestas que me negaba a dárselas
Porque sencillamente
quería que fuera él, el que confesara, para poder perdonarlo
Para poder
amarlo como antes lo había amado,
Pero seguía
insistiendo en que se trataba de alguien que nos quería alejar,
Que yo
estaba loca, y que de una vez tenía que hablar…
Mi silencio
lo enloquecía, las cosas bellas entre nosotros desaparecían,
Llegaron los
gritos, los insultos, las miradas feas,
Las lágrimas
que ambos derramábamos,
Las largas
duchas en absoluto silencio acompañadas con un largo abrazo…
La
paciencia se me había agotado, ya no podía más ocultar ese pasado
Que destruía
nuestro presente lentamente,
Se trataba
de toda esa mala onda que se había creado,
Me sentía
cada vez más pequeña y débil frente a su fuerza y “verdades absolutas”
Y fue en
una fea discusión, la cual él me botó,
Y al instante
que empaqué, él se arrodilló.
Lloró como nunca pidiendo perdón,
Lloró como nunca pidiendo perdón,
Dejándome en
claro, y apenas pudiendo hablar
Que yo no
merecía un hombre que me tratara tan mal,
Yo solo lo
abracé, y y en mis adentros pensé:
¡Esto jamás te lo perdonaré!
¡Esto jamás te lo perdonaré!
Y fingiendo
estar bien, a los pocos días regresé
Mi casa
estaba llena de polvo, pero llena de paz,
Esa
tranquilidad donde nadie me dominaba,
Era lo que
realmente extrañaba,
Lo amé, lo
amé como a nadie
Por eso me
arriesgué,
Le entregué
todo, olvidando y aceptando cada defecto de él
Me fui
hostigando y cuestionando si esto era lo mejor para ambos…
La relación
a distancia funcionaba bastante bien para él,
Mientras yo…
yo ya no sabía que sentía ni que quería,
Yo era muy
joven y él tan vivido,
Dejé de ir
a su ciudad, y fue él quien al fin empezó a visitarme con regularidad,
Fue
cambiando y aportando más a la relación, no más gritos e insultos
Las discusiones
desaparecían,
Pero no por
buena comunicación,
Eso nunca,
Él se había
comprado casa nueva, carro nuevo, proyectos nuevos,
Que simplemente
me ocultaba y me enteraba por su familia que tanto me apreciaba,
Yo ya no
preguntaba, yo ya no me amargaba,
Yo ya todo
lo aceptaba, por eso funcionaba, por eso él feliz estaba,
Pero yo no…
Yo ya no era feliz
Y fue una
tarde de marzo
El día en
el que decidí
Dejar de
ser débil y empezar a ser fuerte,
Esa misma
tarde en la que me llamó para decirnos adiós,
Y a pesar
de que fue mi decisión,
Fue la
despedida más triste en la que me encuentro hasta el día de hoy,
Una
relación que tuvo que terminar,
Para poder
escribir un mejor final.
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